En el marco de el Día Internacional de la Mujer, 8M, la marcha y las conversaciones que se desataron, nos comparten el presente escrito.
«Mujer contra Mujer.»
Me he quedado sin palabras, no logro encontrarlas por más que lo intento. No sé describir con adjetivos activos el inmenso vacío que siento aquí dentro. Tras un año en psicoanálisis me veo y, en ocasiones, me reconozco como una mujer empoderada, valiente, orgullosa de de mis aciertos y fracasos y en paz con mi pasado. Pero hoy, hoy es diferente.
Hoy, al conmemorar el Día Internacional de la Mujer me vi en el espejo y lloré. Lloré por todas las mujeres en situación de violencia a las que no puedo ayudar. Lloré por todas las niñas y jóvenes desaparecidas que suspendieron su vida un día así, sin más, porque un hombre, quizá uno al que ellas aman o amaban, decidió convertirlas en su fuente de placer o porque le pareció buena idea privarlas de su libertad, abusar de ellas o asesinarlas. Lloré de angustia al pensar en las madres desesperadas y locas de dolor. Sí, locas; no puedo imaginar a la cordura acompañando a una madre en semejante sufrimiento. Lloré por la incomprensión de esa locura. Por el juicio que invariablemente viene del privilegio de quién no contempla el sufrimiento ajeno sino la incomodidad de su universo. Lloré porque, contrario a ayudar a nuestras mujeres, les estorbamos con nuestros juicios e ideas pendejas al señalarles que “hay formas” de manifestar su rabia o de canalizar “esas” emociones, aparentemente tan animales, crudas y viscerales que nos incomoda observar. Se nos olvida que además del sufrimiento humanamente indescriptible que deben sentir por la pérdida, la forma adquirida de este dolor acompañado de injusticia debe ser muy pinche abstracta y fuera de entendimiento humano. Y aún así las señalamos y les advertimos que hay formas. Me abruma darme cuenta que no las hay. No hay formas establecidas en las que cada quien deba vivir su dolor y sufrirlo a conveniencia de alguien más. Como si estar “bien” es una decisión a mera voluntad y en donde las herramientas de salud mental no tienen cabida. Se nos olvida, además, que la salud mental es también un privilegio del que no todas gozan y, aún así, nos atrevemos a exigirles que sean prudentes, serenas a su dolor y tolerantes a la injusticia. Lloré porque tenemos la osadía de señalarlas a ellas, las que denuncian el crimen, y no al criminal. Desviamos nuestra mirada del abusador, del violador, del asesino de almas, de cuerpos y de sueños. Desviamos nuestros ojos del estado corrupto y sordo y las apuntamos a ellas enjuiciándolas con la vara de los prejuicios. Lloré porque el privilegio nubla la empatía y no es suficiente con lo difícil y peligroso que es ser mujer, tenemos, además, el descaro y la cobardía de atrevernos a culpar a las propias víctimas de “buscarse” su delito.
Lloré, porque al conmemorar el día, perdí mi paz con el pasado. Me sentí vulnerable e identificada con el deseo de quemarlo todo, de rayarlo todo, de gritarlo todo. Lloré por la niña que fui y porque no puedo abrazarle y asegurarle que no es responsable de lo que pasó como algunas personas sugieren de las víctimas de abuso sexual. Lloré porque durante esos años de mi vida se robaron mis sueños y me cortaron las alas, y aún hoy me cuesta volar. Lloré porque creí que ya había llorado lo suficiente, pero me doy cuenta que aún me lastima. Lloré porque los recuerdos se intensifican al ser testigo del dolor ajeno y de saber que tantas niñas son usadas como objeto de placer. Lloré porque no puedo borrarlo todo y volver a empezar.
Lloré porque algunas no tuvieron la suerte de sobrevivir y de experimentar que la vida también puede ser maravillosa y llena de color.
Lloré porque, a pesar de mi propia experiencia y dolor no me atrevo a comparar mi sentir ni mi privilegio con el de tantas niñas, mujeres y sus familias en situaciones completamente fuera de mi capacidad de entendimiento. Solo me atrevo a decir que, si no las podemos ayudar, las dejemos pinche en paz para que puedan vivir sus procesos sin estorbarles con nuestros pequeñísimos cerebros y falta de empatía.
Lloré porque no es la falta de sentido común lo que me molesta más, es la falta de alma, de corazón, de humanidad. Si no somos nosotras mismas que somos hijas, madres, hermanas, amigas, entonces ¿quién coños lo hará?
Lloré porque no acabamos de entender que esta no es una guerra contra los hombres, aunque, irónicamente, si que parece una guerra entre mujeres. Esta es una guerra contra los verdaderos perpetradores, los asesinos y violadores. Es una lucha contra la injusticia, la impunidad y contra un sistema ensordecido, apático y corrupto.
Hoy lloré por ellas, lloré por mi.
Este es un escrito que nos han enviado para ser compartido de manera anónima. Agradecemos la generosidad de compartir la experiencia interna y la posibilidad de que otros puedan encontrarse en esas palabras.
Te invitamos a también revisar el siguiente escrito: «La libertad se hereda Marie Bonaparte, escritos del circulo de lectura psicoanálisis en femenino»
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				![Pinocho de Guillermo del Toro: Des-obediencia e Im-perfección Foto de Netflix - © 2022 Netflix, Inc. Imagen recuperada del portal de IMDB. La desobediencia, obediencia, perfección e imperfección giran alrededor de esta historia contada por Guillermo del Toro, una versión del clásico cuento infantil de la marioneta con vida creada por Geppetto, un zapatero que vive en un pueblo italiano en medio de la guerra fascista. Esta marioneta llamada Pinocho cobra vida con las palabras de un guardián mágico, que aparece como El Genio de Aladdin para concederle un deseo a Geppeto; la compañía y el amor de un hijo. Geppeto ha perdido a su nieto, Carlo, en un trágico accidente en medio de un bombardeo. En el fondo quiere que Pinocho sea como Carlo, un niño cariñoso, curioso y obediente, perfecto; así como él era un padre igual de perfecto en el pasado, que cantaba por las noches, jugaba y era querido por su comunidad. Esto cambia cuando Carlo muere, Geppeto deja de trabajar, comienza a beber y alejarse de los otros, ahora pasa a ser otro borracho del pueblo, abatido por el dolor de la pérdida, señalado como un loco perverso (exageradamente) por haber creado a Pinocho. Pinocho es un ser curioso que vorazmente quiere entender el mundo, se tropieza y camina alegre, cantando, jugando y divirtiéndose. De su nariz crecen ramas que se hacen más grandes cada vez que dice una mentira, los demás le ordenan que obedezca aunque apenas está aprendiendo qué es obedecer y qué es una mentira. ¿Por qué desear que Pinocho nazca obedeciendo? Para que así sea perfecto, porque los niños obedecen a los adultos, y éstos a su vez obedecen con mayor naturalidad, a lo que yo agregaría: porque están más inmersos en la cultura, lo que los detiene de hacer cosas que no están bien vistas por los demás. En mi consulta, y seguramente en la de muchos colegas que reciben pacientes infantiles, he escuchado a padres que no logran que sus hijos los obedezcan, hacen más caso a otras personas que los rodean, o solo a uno de ellos. Ante el desplegamiento de estos escenarios pregunto por qué piensan que esto es así, a lo que responden que quizás sea porque no pasan mucho tiempo con ellos por su trabajo, que el otro los consiente en todo y respetan más al que cumple todos sus deseos; todas estas respuestas responden fácilmente a esta pregunta, aunque hay algo más, aquello que corresponde al deseo de ser padres y la autoridad que éstos se dan a sí mismos para ejercer las funciones de la paternidad. Algunos con timidez confiesan que temen frustrarlos para evitar ser juzgados por otros padres, que les cuesta poner límites porque quieren ver a sus hijos cien por cierto felices. Sin embargo no hay que perder de vista que como cuidadores su responsabilidad es tomar decisiones por ellos, recordando que no se van a traumatizar porque no consiguen lo que quieren, ellos necesitan aprender a tolerar la frustración porque afuera no habrá alguien que los complazca completamente. Joseph Knobel Freud en su Libro: Los retos de ser padres, nos recuerda que los límites evitan que los niños terminen perdidos en el país del nunca jamás, como Peter Pan, sin nadie que los mire y sostenga. Por otro lado, un peculiar escritor intelectual busca escribir en papel sus memorias de vida, y termina narrando la vida de Pinocho. Somos testigos de sus tropiezos, sus intentos fallidos de que otros lo escuchen, de ser como un guía espiritual para los demás, con la intención de que tomen buenas decisiones; está ahí para recalcar la desobediencia, pero no solo eso. Este famoso personaje del que hablo es, como seguro ya adivinaron, el sabio Sebastian Cricket, o conocido por muchos como Pepe Grillo. En un video para Netflix destaca un aspecto muy valioso de la madera con la que es diseñada Pinocho. Es una madera que no es perfecta, y la vida tampoco lo es; uno puede meter un poco la pata, o varias patas, pero damos lo mejor de nosotros mismos y eso es lo mejor que podemos hacer. Esta marioneta con vidas de gato, Pinocho, se pregunta cosas muy interesantes, entre ellas: ¿por qué la guerra? La guerra es dolor, separación, rutina, muerte. Las escenas de los niños ejercitándose para la guerra, o más bien esclavisándose, en la época fascista, rodeados de bombas que acabaran con sus vidas; fueron impresionantes para mí, y me hacen pensar en las palabras dichas por Guillermo del Toro en una entrevista: “La animación puede contar cualquier historia, lo raro, lo siniestro, lo terrible”. En momentos la furia y el enojo se muestran como algo casi malévolo, Geppeto en una escena corta la madera enfurecido y Volpe, el vicioso malvado que maltrata a Pinocho y Spazzatura, quiere quemarlo vivo. Recordando que esta historia sucede en la época fascista, se nos muestra una competencia entre dos equipos rivales con Pinocho y Candlewick (hijo del Podestà, que cuida el bienestar moral del pueblo) como líderes, quienes se esfuerzan por ser amados por sus padres. El “juego” termina con un abrazo tierno entre dos amigos que declaran un empate, no quieren hacerse daño, a la que podríamos darle la lectura de la renuncia de Candlewick a los deseos de su padre (quien piensa que es un cobarde) desde la desobediencia, negándose a matar a Pinocho, diciendo: ”Toda mi vida traté de complacerte, pero nunca lo haré. Tenías razón, soy delgado, débil, frágil como la mecha de una vela [wick of a candle, como su nombre], siempre con miedo. Pero con todo el miedo que tengo, ahora voy a decirte que no. No me da miedo decirte que no”. El mensaje está ahí: No hay uno mejor que el otro, para los dos hay lugar, ambos pueden ganar. Los sentimientos entre los hombres ejercen un efecto contrario a la guerra; la amistad y la unión son el enemigo de la destrucción total, en palabras del padre del Psicoanálisis (Sigmund Freud). Al final de la película Pinocho salva a Geppetto, el grillo y Spazzatura de morir ahogados, perdiendo un brazo y su propia vida, aunque el noble grillo (como lo llama la guardiana) pide como deseo que vuelva. Geppetto confiesa mientras sostiene en brazos a Pinocho que trataba de convertirlo en alguien que no es, le pide que no sea Carlo, que sea justo como es él, que así lo ama; a lo que él responde: “Entonces seré Pinocho”. No tenemos que cambiar para ser amados, algunos nos amarán y aceptarán tal como somos, imperfectos. La gran salvación que tenemos es abrazar nuestras imperfecciones, esa es la tierna lectura que le da Guillermo del Toro. La rigidez y la perfección llevan a un solo destino: la destrucción, el fascismo. Las salvaciones van más allá del sacrificio amoroso. Pinocho salva al Grillo (de sus vanidades), a Geppeto (de su duelo) y Spazzatura (de su amo), pero no haciéndolo él, si no permitiendo con su ejemplo que ellos mismos se liberen. Esto es un verdadero héroe en una historia, en palabras de Héctor Mendoza Cuevas, cinéfilo mexicano. Por último, responderé a la tan repetitiva pregunta de si esta es o no es una película para niños con palabras del propio Guillermo: "No es una película para niños, pero los niños la pueden ver siempre y cuando tengan padres que hablen con ellos". Referencias bibliográficas: Freud, Sigmund, Obras Completas, Ed. Amorrortu, Argentina, 1991, 24 T. ¿Por qué la Guerra?, (1933 [1932]), T. XXII. Psipre. (14 de diciembre de 2022). Pinocho: Padres e hijos imperfectos. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=3EOUTh6KKX8&t=2874s Sopitas. (8 de diciembre de 2022). Entrevista con Guillermo del Toro l Su versión sobre Pinocchio, una de las mejores películas del año. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=tK34eayf04w Fuera de foco. (8 de diciembre de 2022). GUILLERMO DEL TORO: ¿Qué se puede hacer por la ANIMACIÓN en MÉXICO I ENTREVISTA /. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=I_2Ff57Ikc4 Knobel Freud, J. (2019). El reto de ser padres. Paidós.](https://psicologosmonterrey.com.mx/wp-content/uploads/2024/10/IMG-20241009-WA0011.jpg)






