Este es un escrito que nos han enviado para ser compartido de manera anónima. Agradecemos la generosidad de compartir la experiencia interna y la posibilidad de que otros puedan encontrarse en esas palabras.
Ya no quiero el rol de esposa, ya no quiero jugar a la casita.
¿Cómo le puedo estar haciendo esto a mi esposo?
Le estoy rompiendo el corazón al hombre que juré amor eterno. Estoy haciendo llorar al hombre que me había prometido cuidar toda mi vida. Presenciando como se rompe, cómo se enloquece y cómo se confunde. Le estoy rompiendo lo que él había trazado para su futuro, le estoy haciendo cuestionar el camino que ha transitado durante más de 10 años.
¿Cómo es posible que esté haciendo esto?
Por qué si sé cómo consolarlo ¿no lo consuelo? ¿Por qué si sé exactamente qué tengo que hacer para que su dolor desaparezca me quedo inmóvil?
Soy buena esposa. Sin saberlo lo aprendí, lo ejecute. Lo tengo estudiado, medido, practicado. Las esposas hacen eso, aprenden a hacer todo lo necesario para que su esposo funcione, para que no se caiga, para motivarlo, para consolarlo, para levantarlo una y otra vez.
Las mujeres lo han modelado frente a mí, las películas me han enseñado, lo he escuchado de abuelas, mamado de mi madre. La esposa «es la unión de la familia», «haz que él piense que manda y tú haz lo que quieras». Mi madre me ha enseñado a callar, a aguantar agresiones, a verle el lado bueno a las cosas, a justificar con enfermedad, depresión, estrés el maltrato que se recibe del esposo, me enseñó a dejar a un lado lo que ella desea, piensa y quiere para asegurarse del bienestar de su esposo.
Sería muy fácil para mí en este momento consolarlo, sería muy fácil darle la paz que me pide a gritos. No quiero, no quiero más hacerme cargo de su bienestar. Ahora ya no, la balanza se rompió. Me hice cargo de su bienestar, me abandoné, no exigí lo mismo de regreso. Acepté que así era. En ese sentido sé que él pudiera sentirse traicionado, defraudado porque de alguna manera yo acepté una y otra vez ese arreglo, ese contrato.
Mi culpa fue ser esposa, mujer, madre y no persona.
Permití cosas que no debí haber permitido, no dije cosas que estaban dentro de mi (ni siquiera me las dije a mi misma).
Mi culpa es que me encargué de hacerme indispensable para mi esposo, así como a todas nos enseñaron.
Él también es buen esposo. Sin saberlo, lo aprendió y lo ejecutó. Lo mejor posible. Es trabajador, cariñoso con los niños, berrinchudo, difícil de complacer y agresivo. También sé que para él ser un buen esposo es no dejarse mandar ni controlar, y de eso se defendió con uñas y dientes. Él se defendía de mis palabras como si fueran intentos míos de controlar o como si fueran regaños.
No puedo negar que dentro de mí hay una persona que decide y dirige, si no fuera así no habría construido lo que he construido a nivel laboral. Sabía desde muy temprano que para mi era importante el elegir por pareja a alguien que se sintiera mi igual, no alguien quien me mandara ni quién me obedeciera. En cierto modo yo tenía mucho miedo de casarme con un pendejo que se dejara mangonear, y al inicio de la relación recuerdo sentir cierto alivio porque él marcaba sus límites. Pensaba que mi novio, posterior esposo, podría ser mí igual, quien me diera compañía de igual a igual. Pero los límites fueron muy tajantes y violentos y así deje de decidir, deje de pensar, deje de siquiera preguntarme si aquello era lo que yo quería.
Mi esposo fue un digno ejemplar para sentirme orgullosa de haber ejecutado bien mi papel de buena esposa. Ahora caigo, ¿será por eso que en las reuniones de clase media un deporte favorito entre las mujeres es la competencia «¿quién tiene al peor marido?» «¿Entre peor sea más alto es el nivel del juego, más experta te haces?» En esta competencia se puede entrar en varias categorías: cabrona, sufrida, cuernuda, sola. Yo en la competencia entraba mentalmente, pensando que yo era más inteligente. La broma me la hice sola.
¿Cómo le puedo estar haciendo esto a mi esposo?
No se lo estoy haciendo a él, me lo estoy haciendo a mí.
Ya no quiero ese rol. Ya no quiero jugar a la casita.
Amo a mis hijos, de ellos sí soy madre y seré. Con ellos no ha sido nunca un juego. Me presto a ellos para que se nutran, para que crezcan, para que aprendan de mí, incluso de mis errores. Ya no quiero el rol de Esposa.
Le pido perdón, porque lo veo sufrir, entiendo qué debe estar desmembrándose, me imagino que ha de estar sufriendo condensado, todo el sufrimiento que yo le ahorré. No es venganza, pero algo me dice que el sufrimiento no puede ser evitado y tarde o temprano lo sufrimos. Le pido perdón porque entiendo perfectamente lo que siente, lo he entendido siempre, y me duele, pero no soy responsable. Ya no volveré a hacerme responsable por el bienestar de alguien más que por el de mis hijos.
Sé que esto pudiera parecer una venganza. No creo que lo sea, no quiero que lo sea. Simplemente ya no quiero.
Con todo y todo, este no era mi plan.
¿Quieres compartir una reflexión?
Escritos Cartas y Reflexiones
Cuando uno esta en un proceso terapéutico, es frecuente que surjan momentos de desahogo y creatividad que nos llevan a plasmar de manera escrita algún entendimiento en particular de nuestra experiencia interna o metáforas e imágenes que nos ayudan a entendernos mejor. El hecho de compartir estas reflexiones íntimas permite que otros puedan leerse en las palabras de otros y así encontrar la forma de describir algo antes inexplicable. Por otra parte, también puede ayudar a quien no esta en un proceso terapéutico comprender un poco lo que esta implicado dentro de él y lo que puede surgir del mismo. Por estos motivos nos parece de gran valor hacer este espacio virtual.
![Pinocho de Guillermo del Toro: Des-obediencia e Im-perfección Foto de Netflix - © 2022 Netflix, Inc. Imagen recuperada del portal de IMDB. La desobediencia, obediencia, perfección e imperfección giran alrededor de esta historia contada por Guillermo del Toro, una versión del clásico cuento infantil de la marioneta con vida creada por Geppetto, un zapatero que vive en un pueblo italiano en medio de la guerra fascista. Esta marioneta llamada Pinocho cobra vida con las palabras de un guardián mágico, que aparece como El Genio de Aladdin para concederle un deseo a Geppeto; la compañía y el amor de un hijo. Geppeto ha perdido a su nieto, Carlo, en un trágico accidente en medio de un bombardeo. En el fondo quiere que Pinocho sea como Carlo, un niño cariñoso, curioso y obediente, perfecto; así como él era un padre igual de perfecto en el pasado, que cantaba por las noches, jugaba y era querido por su comunidad. Esto cambia cuando Carlo muere, Geppeto deja de trabajar, comienza a beber y alejarse de los otros, ahora pasa a ser otro borracho del pueblo, abatido por el dolor de la pérdida, señalado como un loco perverso (exageradamente) por haber creado a Pinocho. Pinocho es un ser curioso que vorazmente quiere entender el mundo, se tropieza y camina alegre, cantando, jugando y divirtiéndose. De su nariz crecen ramas que se hacen más grandes cada vez que dice una mentira, los demás le ordenan que obedezca aunque apenas está aprendiendo qué es obedecer y qué es una mentira. ¿Por qué desear que Pinocho nazca obedeciendo? Para que así sea perfecto, porque los niños obedecen a los adultos, y éstos a su vez obedecen con mayor naturalidad, a lo que yo agregaría: porque están más inmersos en la cultura, lo que los detiene de hacer cosas que no están bien vistas por los demás. En mi consulta, y seguramente en la de muchos colegas que reciben pacientes infantiles, he escuchado a padres que no logran que sus hijos los obedezcan, hacen más caso a otras personas que los rodean, o solo a uno de ellos. Ante el desplegamiento de estos escenarios pregunto por qué piensan que esto es así, a lo que responden que quizás sea porque no pasan mucho tiempo con ellos por su trabajo, que el otro los consiente en todo y respetan más al que cumple todos sus deseos; todas estas respuestas responden fácilmente a esta pregunta, aunque hay algo más, aquello que corresponde al deseo de ser padres y la autoridad que éstos se dan a sí mismos para ejercer las funciones de la paternidad. Algunos con timidez confiesan que temen frustrarlos para evitar ser juzgados por otros padres, que les cuesta poner límites porque quieren ver a sus hijos cien por cierto felices. Sin embargo no hay que perder de vista que como cuidadores su responsabilidad es tomar decisiones por ellos, recordando que no se van a traumatizar porque no consiguen lo que quieren, ellos necesitan aprender a tolerar la frustración porque afuera no habrá alguien que los complazca completamente. Joseph Knobel Freud en su Libro: Los retos de ser padres, nos recuerda que los límites evitan que los niños terminen perdidos en el país del nunca jamás, como Peter Pan, sin nadie que los mire y sostenga. Por otro lado, un peculiar escritor intelectual busca escribir en papel sus memorias de vida, y termina narrando la vida de Pinocho. Somos testigos de sus tropiezos, sus intentos fallidos de que otros lo escuchen, de ser como un guía espiritual para los demás, con la intención de que tomen buenas decisiones; está ahí para recalcar la desobediencia, pero no solo eso. Este famoso personaje del que hablo es, como seguro ya adivinaron, el sabio Sebastian Cricket, o conocido por muchos como Pepe Grillo. En un video para Netflix destaca un aspecto muy valioso de la madera con la que es diseñada Pinocho. Es una madera que no es perfecta, y la vida tampoco lo es; uno puede meter un poco la pata, o varias patas, pero damos lo mejor de nosotros mismos y eso es lo mejor que podemos hacer. Esta marioneta con vidas de gato, Pinocho, se pregunta cosas muy interesantes, entre ellas: ¿por qué la guerra? La guerra es dolor, separación, rutina, muerte. Las escenas de los niños ejercitándose para la guerra, o más bien esclavisándose, en la época fascista, rodeados de bombas que acabaran con sus vidas; fueron impresionantes para mí, y me hacen pensar en las palabras dichas por Guillermo del Toro en una entrevista: “La animación puede contar cualquier historia, lo raro, lo siniestro, lo terrible”. En momentos la furia y el enojo se muestran como algo casi malévolo, Geppeto en una escena corta la madera enfurecido y Volpe, el vicioso malvado que maltrata a Pinocho y Spazzatura, quiere quemarlo vivo. Recordando que esta historia sucede en la época fascista, se nos muestra una competencia entre dos equipos rivales con Pinocho y Candlewick (hijo del Podestà, que cuida el bienestar moral del pueblo) como líderes, quienes se esfuerzan por ser amados por sus padres. El “juego” termina con un abrazo tierno entre dos amigos que declaran un empate, no quieren hacerse daño, a la que podríamos darle la lectura de la renuncia de Candlewick a los deseos de su padre (quien piensa que es un cobarde) desde la desobediencia, negándose a matar a Pinocho, diciendo: ”Toda mi vida traté de complacerte, pero nunca lo haré. Tenías razón, soy delgado, débil, frágil como la mecha de una vela [wick of a candle, como su nombre], siempre con miedo. Pero con todo el miedo que tengo, ahora voy a decirte que no. No me da miedo decirte que no”. El mensaje está ahí: No hay uno mejor que el otro, para los dos hay lugar, ambos pueden ganar. Los sentimientos entre los hombres ejercen un efecto contrario a la guerra; la amistad y la unión son el enemigo de la destrucción total, en palabras del padre del Psicoanálisis (Sigmund Freud). Al final de la película Pinocho salva a Geppetto, el grillo y Spazzatura de morir ahogados, perdiendo un brazo y su propia vida, aunque el noble grillo (como lo llama la guardiana) pide como deseo que vuelva. Geppetto confiesa mientras sostiene en brazos a Pinocho que trataba de convertirlo en alguien que no es, le pide que no sea Carlo, que sea justo como es él, que así lo ama; a lo que él responde: “Entonces seré Pinocho”. No tenemos que cambiar para ser amados, algunos nos amarán y aceptarán tal como somos, imperfectos. La gran salvación que tenemos es abrazar nuestras imperfecciones, esa es la tierna lectura que le da Guillermo del Toro. La rigidez y la perfección llevan a un solo destino: la destrucción, el fascismo. Las salvaciones van más allá del sacrificio amoroso. Pinocho salva al Grillo (de sus vanidades), a Geppeto (de su duelo) y Spazzatura (de su amo), pero no haciéndolo él, si no permitiendo con su ejemplo que ellos mismos se liberen. Esto es un verdadero héroe en una historia, en palabras de Héctor Mendoza Cuevas, cinéfilo mexicano. Por último, responderé a la tan repetitiva pregunta de si esta es o no es una película para niños con palabras del propio Guillermo: "No es una película para niños, pero los niños la pueden ver siempre y cuando tengan padres que hablen con ellos". Referencias bibliográficas: Freud, Sigmund, Obras Completas, Ed. Amorrortu, Argentina, 1991, 24 T. ¿Por qué la Guerra?, (1933 [1932]), T. XXII. Psipre. (14 de diciembre de 2022). Pinocho: Padres e hijos imperfectos. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=3EOUTh6KKX8&t=2874s Sopitas. (8 de diciembre de 2022). Entrevista con Guillermo del Toro l Su versión sobre Pinocchio, una de las mejores películas del año. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=tK34eayf04w Fuera de foco. (8 de diciembre de 2022). GUILLERMO DEL TORO: ¿Qué se puede hacer por la ANIMACIÓN en MÉXICO I ENTREVISTA /. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=I_2Ff57Ikc4 Knobel Freud, J. (2019). El reto de ser padres. Paidós.](https://psicologosmonterrey.com.mx/wp-content/uploads/2024/10/IMG-20241009-WA0011.jpg)






