Sin duda, el sentir miedo en algunas ocasiones puede servir para ponernos en una situación de alerta, y así, defendernos o huir de alguien o algo. Pero, ¿qué sucede cuando esta sensación continúa conmigo más tiempo del que espero?
Para definirlo, el miedo es una sensación de alerta y angustia por la presencia de un peligro o mal, sea real o imaginario. Por ejemplo, cuando estamos en un lugar que no conocemos y nos encontramos solos, cuando nos sucede una situación sorpresiva y traumática, como un asalto o una situación violenta, cuando nos enfrentamos a un animal o insecto que no deseamos en nuestras casas que, aunque no pueden hacernos un daño real, nos incomoda su presencia, etc.
Hay ocasiones en las que este miedo puede ir más allá, por ejemplo, cuando poco a poco nos damos cuenta que dejamos de hacer cosas que antes nos gustaban o resultaban básicas para nuestra funcionalidad, tan básicas como salir a la calle a pasear, acudir a nuestro trabajo, conocer a una persona nueva y demás. Esto, puede tener su origen en situaciones pasadas que tal vez no resultaron como queríamos y el miedo se quedó anclado en nosotros poniéndonos en una especie de “alerta permanente”, limitándonos en crear una historia distinta, aventurarnos a nuevos y diferentes resultados.
Es en este tipo de casos, en los que el miedo que sentimos ya no está teniendo su función original, ya que en lugar de protegernos, nos está haciendo daño… permanece ahí esperando a ser resuelto para entonces, sí poder hacer lo que queremos, de ahí una frase muy conocida que dice “Si no tuvieras miedo, ¿Qué harías?” Las personas que suelen vivir con miedo comúnmente tienen bastantes ideas y escenarios distintos en los que se imaginan realizando un sinfín de actividades que desean pero después se sorprenden limitados por la barrera del miedo, esperando que éste pase algún día.
Una de las formas de poder solucionar esto es precisamente detenerse en ese miedo que nos limita, preguntarnos desde cuándo nos acompaña, qué lo puso ahí, cómo era yo antes de tener miedo, qué puedo aprender de él; ubicándonos así como los protagonistas de nuestra historia y no girando entorno al temor. Las situaciones a las que nos enfrentamos nos cambian y nos provocan aprender cosas distintas, para esto es recomendable pensar en los errores que se cometieron pero también en los aciertos, esto para poder planificar algo distinto donde sí se cumpla lo que deseamos.
Es probable que hayan miedos que nos acompañen desde hace ya muchos años y que podemos pensar que jamás se irán, pero es importante recordar que enfrentar nuestros miedos nos hace más fuertes, además que no estamos solos en ese enfrentamiento, el buscar ayuda de un profesional de la salud emocional nos permite encontrar un compañero que nos apoye en quitar esas barreras e incluso descubrir que somos más grandes que nuestro temor.
Lic. Valeria Solorio
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