No robarás… ¿o sí?
El acto de robar es un hecho castigado por la sociedad y por la ley, desde la existencia de la humanidad y del sentido de pertenencia, pero ¿qué sucede cuando el hurto es una conducta que no se puede evitar por el mismo responsable?
Al impulso inevitable de robar se le llama cleptomanía, que según el DSM IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) es un trastorno de control de impulsos que está caracterizado por la dificultad recurrente para controlar los impulsos de robar objetos que no son necesarios para el uso personal o por su valor económico.
El hecho que sea un impulso imposible de controlar hace que sea más fuerte que la persona, lo que significa, que ésta, sufre, y mucho, un aspecto que solemos olvidarnos en este tipo de trastornos, sobre todo por el daño que le causan a quienes lo rodean.
El cleptómano tiene niveles de ansiedad muy altos, que sobrevienen a la conducta de robar y la única manera que puede llegar a calmar esa angustia es cometiendo el acto, que a pesar que es algo delictivo, el sujeto no lo hace por el hecho de robar, si no por cuestiones emocionales mucho más intensas. Lo anterior quiere decir que, a pesar que esté causando conflictos en su ambiente, su intención no es hacer un mal; inclusive, puede sentirse realmente incómodo después de haberlo hecho, avergonzado al grado de devolver los objetos de maneras misteriosas.
Una diferencia también primordial entre el cleptómano y un ladrón es que el primero jamás planificaría un robo, lo que significa que no es premeditado ni tampoco hablado con más gente; es un instante de necesidad imperativa de descargar lo que el cuerpo está sintiendo. Esto hace presos a los cleptómanos de una serie de dificultades psicosociales importantes: pueden tener problemas con la autoridad (hasta que logren declararse inimputables dependiendo de la ley de cada localidad), pueden sufrir rechazo por parte de los demás, la posibilidad de crear vínculos fuertes disminuye por lo mismo, y como efecto dominó, puede haber sentimientos de rareza, inadecuación, tristeza, baja autoestima, entre muchos otros síntomas.
Por lo anterior, la cleptomanía puede confundirse con muchos trastornos mentales, pero si bien es cierto que el robar por impulso puede ser síntoma de otros desórdenes, eso no significa que por el simple hecho de apoderarse de algo de los demás, el diagnóstico adecuado sea cleptomanía.
El robo impulsivo puede ser parte de trastornos como los alimenticios, adicciones, los obsesivos-compulsivos, bipolar y en casos más graves en psicosis, pero para poder ser diagnosticado como cleptomanía debe cumplir con otros puntos como por ejemplo: el robo no se comete por ira ni por venganza y no es en respuesta a una idea delirante o una alucinación.
¿Cómo se da la cleptomanía?
Este tipo de preguntas, con muchas respuestas y a la vez ninguna que englobe perfectamente la absoluta, son preguntas que investigadores y profesionales de la salud mental se han hecho por años.
Se puede entender desde punto biológico, es por eso que algunos psiquiatras pueden querer tratarlo solamente con algún psicofármaco, como ansiolíticos.
En el otro extremo, está quien lo ve solamente desde un punto de vista psicológico, buscando la respuesta en el desarrollo de la persona. Psicológicamente se puede dar una lectura desde varios puntos diferentes: hay quienes creen que es un intento inconsciente de obtener carencias importantes en la etapa de la infancia, específicamente de afecto; esto llevaría a otra de las hipótesis psicoanalítica que explica que al momento de apoderarse de algo de una persona, está obteniendo parte de aquella misma, “si le robo algo a mi mamá, parte de ella estará en mí”; también se puede comprender como una falla al momento de asimilar la regla y la prohibición en los niños.
En fin, como lo mejor siempre es el punto medio, el tratamiento óptimo para el cleptómano debe ser regido por psiquiatra y psicoterapeuta, es decir, que uno de ellos se encarga de regular el área orgánica y el otro pueda ayudarlo a entender cuál fue el detonante de la enfermedad en su caso y las consecuencias que ha vivido y vive en sus emociones. El que tenga un espacio donde pueda hablar de todo lo que siente y sentirse entendido influirá de manera muy positiva en su mejoría.
								
															
							
				![Pinocho de Guillermo del Toro: Des-obediencia e Im-perfección Foto de Netflix - © 2022 Netflix, Inc. Imagen recuperada del portal de IMDB. La desobediencia, obediencia, perfección e imperfección giran alrededor de esta historia contada por Guillermo del Toro, una versión del clásico cuento infantil de la marioneta con vida creada por Geppetto, un zapatero que vive en un pueblo italiano en medio de la guerra fascista. Esta marioneta llamada Pinocho cobra vida con las palabras de un guardián mágico, que aparece como El Genio de Aladdin para concederle un deseo a Geppeto; la compañía y el amor de un hijo. Geppeto ha perdido a su nieto, Carlo, en un trágico accidente en medio de un bombardeo. En el fondo quiere que Pinocho sea como Carlo, un niño cariñoso, curioso y obediente, perfecto; así como él era un padre igual de perfecto en el pasado, que cantaba por las noches, jugaba y era querido por su comunidad. Esto cambia cuando Carlo muere, Geppeto deja de trabajar, comienza a beber y alejarse de los otros, ahora pasa a ser otro borracho del pueblo, abatido por el dolor de la pérdida, señalado como un loco perverso (exageradamente) por haber creado a Pinocho. Pinocho es un ser curioso que vorazmente quiere entender el mundo, se tropieza y camina alegre, cantando, jugando y divirtiéndose. De su nariz crecen ramas que se hacen más grandes cada vez que dice una mentira, los demás le ordenan que obedezca aunque apenas está aprendiendo qué es obedecer y qué es una mentira. ¿Por qué desear que Pinocho nazca obedeciendo? Para que así sea perfecto, porque los niños obedecen a los adultos, y éstos a su vez obedecen con mayor naturalidad, a lo que yo agregaría: porque están más inmersos en la cultura, lo que los detiene de hacer cosas que no están bien vistas por los demás. En mi consulta, y seguramente en la de muchos colegas que reciben pacientes infantiles, he escuchado a padres que no logran que sus hijos los obedezcan, hacen más caso a otras personas que los rodean, o solo a uno de ellos. Ante el desplegamiento de estos escenarios pregunto por qué piensan que esto es así, a lo que responden que quizás sea porque no pasan mucho tiempo con ellos por su trabajo, que el otro los consiente en todo y respetan más al que cumple todos sus deseos; todas estas respuestas responden fácilmente a esta pregunta, aunque hay algo más, aquello que corresponde al deseo de ser padres y la autoridad que éstos se dan a sí mismos para ejercer las funciones de la paternidad. Algunos con timidez confiesan que temen frustrarlos para evitar ser juzgados por otros padres, que les cuesta poner límites porque quieren ver a sus hijos cien por cierto felices. Sin embargo no hay que perder de vista que como cuidadores su responsabilidad es tomar decisiones por ellos, recordando que no se van a traumatizar porque no consiguen lo que quieren, ellos necesitan aprender a tolerar la frustración porque afuera no habrá alguien que los complazca completamente. Joseph Knobel Freud en su Libro: Los retos de ser padres, nos recuerda que los límites evitan que los niños terminen perdidos en el país del nunca jamás, como Peter Pan, sin nadie que los mire y sostenga. Por otro lado, un peculiar escritor intelectual busca escribir en papel sus memorias de vida, y termina narrando la vida de Pinocho. Somos testigos de sus tropiezos, sus intentos fallidos de que otros lo escuchen, de ser como un guía espiritual para los demás, con la intención de que tomen buenas decisiones; está ahí para recalcar la desobediencia, pero no solo eso. Este famoso personaje del que hablo es, como seguro ya adivinaron, el sabio Sebastian Cricket, o conocido por muchos como Pepe Grillo. En un video para Netflix destaca un aspecto muy valioso de la madera con la que es diseñada Pinocho. Es una madera que no es perfecta, y la vida tampoco lo es; uno puede meter un poco la pata, o varias patas, pero damos lo mejor de nosotros mismos y eso es lo mejor que podemos hacer. Esta marioneta con vidas de gato, Pinocho, se pregunta cosas muy interesantes, entre ellas: ¿por qué la guerra? La guerra es dolor, separación, rutina, muerte. Las escenas de los niños ejercitándose para la guerra, o más bien esclavisándose, en la época fascista, rodeados de bombas que acabaran con sus vidas; fueron impresionantes para mí, y me hacen pensar en las palabras dichas por Guillermo del Toro en una entrevista: “La animación puede contar cualquier historia, lo raro, lo siniestro, lo terrible”. En momentos la furia y el enojo se muestran como algo casi malévolo, Geppeto en una escena corta la madera enfurecido y Volpe, el vicioso malvado que maltrata a Pinocho y Spazzatura, quiere quemarlo vivo. Recordando que esta historia sucede en la época fascista, se nos muestra una competencia entre dos equipos rivales con Pinocho y Candlewick (hijo del Podestà, que cuida el bienestar moral del pueblo) como líderes, quienes se esfuerzan por ser amados por sus padres. El “juego” termina con un abrazo tierno entre dos amigos que declaran un empate, no quieren hacerse daño, a la que podríamos darle la lectura de la renuncia de Candlewick a los deseos de su padre (quien piensa que es un cobarde) desde la desobediencia, negándose a matar a Pinocho, diciendo: ”Toda mi vida traté de complacerte, pero nunca lo haré. Tenías razón, soy delgado, débil, frágil como la mecha de una vela [wick of a candle, como su nombre], siempre con miedo. Pero con todo el miedo que tengo, ahora voy a decirte que no. No me da miedo decirte que no”. El mensaje está ahí: No hay uno mejor que el otro, para los dos hay lugar, ambos pueden ganar. Los sentimientos entre los hombres ejercen un efecto contrario a la guerra; la amistad y la unión son el enemigo de la destrucción total, en palabras del padre del Psicoanálisis (Sigmund Freud). Al final de la película Pinocho salva a Geppetto, el grillo y Spazzatura de morir ahogados, perdiendo un brazo y su propia vida, aunque el noble grillo (como lo llama la guardiana) pide como deseo que vuelva. Geppetto confiesa mientras sostiene en brazos a Pinocho que trataba de convertirlo en alguien que no es, le pide que no sea Carlo, que sea justo como es él, que así lo ama; a lo que él responde: “Entonces seré Pinocho”. No tenemos que cambiar para ser amados, algunos nos amarán y aceptarán tal como somos, imperfectos. La gran salvación que tenemos es abrazar nuestras imperfecciones, esa es la tierna lectura que le da Guillermo del Toro. La rigidez y la perfección llevan a un solo destino: la destrucción, el fascismo. Las salvaciones van más allá del sacrificio amoroso. Pinocho salva al Grillo (de sus vanidades), a Geppeto (de su duelo) y Spazzatura (de su amo), pero no haciéndolo él, si no permitiendo con su ejemplo que ellos mismos se liberen. Esto es un verdadero héroe en una historia, en palabras de Héctor Mendoza Cuevas, cinéfilo mexicano. Por último, responderé a la tan repetitiva pregunta de si esta es o no es una película para niños con palabras del propio Guillermo: "No es una película para niños, pero los niños la pueden ver siempre y cuando tengan padres que hablen con ellos". Referencias bibliográficas: Freud, Sigmund, Obras Completas, Ed. Amorrortu, Argentina, 1991, 24 T. ¿Por qué la Guerra?, (1933 [1932]), T. XXII. Psipre. (14 de diciembre de 2022). Pinocho: Padres e hijos imperfectos. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=3EOUTh6KKX8&t=2874s Sopitas. (8 de diciembre de 2022). Entrevista con Guillermo del Toro l Su versión sobre Pinocchio, una de las mejores películas del año. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=tK34eayf04w Fuera de foco. (8 de diciembre de 2022). GUILLERMO DEL TORO: ¿Qué se puede hacer por la ANIMACIÓN en MÉXICO I ENTREVISTA /. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=I_2Ff57Ikc4 Knobel Freud, J. (2019). El reto de ser padres. Paidós.](https://psicologosmonterrey.com.mx/wp-content/uploads/2024/10/IMG-20241009-WA0011.jpg)






