Hablar y expresar.
A pesar de que podemos utilizar estos términos como sinónimos, no significan lo mismo. El hablar es un conjunto de sonidos que articulamos para comunicar algo, pero, no necesariamente esos “sonidos” que emitimos en realidad logran comunicar lo que en verdad queremos.
El ejercicio de expresar lo que pensamos y sentimos implica que aquellos símbolos que utilizamos para poner palabras a lo que está dentro de nosotros, deberían ser un claro reflejo. No obstante, muchas veces podemos sentir que no nos damos a entender, que no podemos expresar lo que acontece en nuestra mente o simplemente, tenemos una “sensación” que no tiene explicación.
Lo anterior, no significa que no queremos decir lo que realmente sentimos o pensamos, sino simplemente que no hemos logrado “simbolizar” de forma adecuada nuestro mundo interno y ello, aunque no parezca algo grave, sí puede serlo por varias razones; algunas de ellas son:
- Aquello que no podemos expresar de forma adecuada podemos llevarlo al acto; ejemplo, me cuesta identificar que estoy enojado, y me golpeo, o choco el auto.
- Nos sentimos encerrados en nosotros mismos.
- Los que nos rodean pueden malinterpretar aquellas experiencias internas y complicar nuestras relaciones.
- Las emociones y pensamientos no simbolizados de forma adecuada, también pueden somatizarse, es decir, llevarlos al cuerpo.
- Pudiéramos encontrar formas de expresión a través de otros medios, como el arte, el deporte, etc. pero no sentirnos satisfechos.
¿Existe la posibilidad de mejorar nuestra capacidad de expresión? Sí. ¿Cómo? Tan simple (y complejo) como hacer el ejercicio de poner en palabras. Hacer lo posible por expresar más y mejor lo que sentimos.
Freud mencionaba que “la ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras”; yo sólo le modificaría lo de pocas y agregaría, las palabras que sean necesarias.
Lic. Florencia Bevilacqua
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