“A veces las palabras no alcanzan”

No son pocas las veces que he escuchado “las palabras no me alcanzan” y sí es así por momentos; sin embargo el tiempo pasa, el dolor y el sufrimiento emocional pueden mutar. Es precisamente la búsqueda y el hallazgo de las palabras que transforman lo indecible en dicho que pueden permitir la transformación del sufrimiento a otra cosa.

En la búsqueda de palabras incluso enunciar la escasez de palabras o de hablar de los obstáculos para la expresión es un buen comienzo. No es poco frecuente que ante la falta de palabras encontramos imágenes, metáforas, historias, cuentos, o canciones, que dicen por nosotros aquello que había estado estrangulado dentro de nosotros. 

Cuando nos topamos con la sorpresa en las artes, en la metáfora de un sueño o en la palabras ajenas, la descripción de nuestra experiencia interna muchas veces también nos encontramos con cascadas de palabras, la sensación de apertura de una válvula de escape y la posibilidad de construir múltiples sentidos a una experiencia, pensamiento o sentimiento antes indecible. 

En la catarsis y la construcción de sentidos se encuentra alivio. No es gratis que desde sus inicios al psicoanálisis se le haya otorgado el título de “la cura por la palabra” y que fuera precisamente una paciente de Freud lo haya nombrado así.

Además del sufrimiento emocional que nos sobrepasa y nos deja sin palabras también hay palabras silenciadas por prohibición moral, culpa, temor a represalia, humillación, prohibición familiar o tabú social. Las palabras silenciadas por la multiplicidad de motivos, se enredan. Una experiencia, pensamiento o sentimiento al que le otorgamos consciente o inconscientemente el título de indecible no se queda inmóvil, apacible o estático dentro de nosotros. No permanece como un solo secreto aislado, por el contrario, en la prohibición de su decir se gesta una conversación interna de lo indecible con otras experiencias, pensamientos o sentimientos que por asociación contagiosa se vuelven indecibles. 

El problema además se agrava ya que al no producirse palabras se produce aislamiento y soledad, dificultades para percibir el amor y aceptación de otros, dificultades de autoconocimiento y dudas sobre la propia valía. Así también sensaciones físicas de ahogo, congoja, agotamiento emocional y malestares psicosomáticos.

Ese es el quehacer del psicoterapeuta psicoanalítico y del psicoanalista, acompañar en la búsqueda de palabras y en la escucha de las mismas, encontrar aquello que pudiera impedir que las palabras se expresen, desenredar junto con el paciente lo enredado y acompañar la creación de un tejido con sentido o los sentidos construidos de la experiencia interna. 


Acude a psicoterapia y encuentra tus palabras. 

Cristina Kennington 

Cristina Kennington

Cristina Kennington

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