El artículo explora el uso de anglicismos y diminutivos en español, reflexionando sobre cómo estas elecciones lingüísticas pueden suavizar emociones incómodas. Se menciona la influencia de Freud en la interpretación de deslices lingüísticos y se destaca el valor afectivo de las palabras. El uso de diminutivos, como "cosita" o "bandita", se analiza como una forma de disfrazar sentimientos desagradables. Se concluye sugiriendo que la elección consciente de palabras puede acercarnos a una comunicación más honesta y se da un consejo sobre el uso preciso del lenguaje, como preferir "destripar" en lugar de "spoiler".

Sobre palabritas y “moods” para usarlas

Todas las palabras tienen su peso, aunque sean cortitas, aunque se digan en diminutivo.

No pretendo dar un recuento histórico-lingüístico sobre cómo los anglicismos (esas palabras que decimos en inglés aunque existan en español) han ganado terreno en nuestro idioma o sobre el uso correcto de los diminutivos. Me apetece más hablar sobre el uso de los mismos y algunas hipótesis rudimentarias hechas a vapor sobre el porqué hoy se prefiere decir “hate”, “cute” o usamos diminutivos como “me dio cosita”, “está feito”.

Freud tiene un texto muy interesante y sabroso titulado “Psicopatología de la vida cotidiana”, en el cual habla sobre cómo los humanos tenemos deslices al hablar: queremos decir una cosa y terminamos diciendo otra, olvidamos nombres que nos son muy familiares o leemos palabras que no están. Su escrito nos muestra que detrás de esas equivocaciones hay un sentido más profundo que parece que queremos evitar y al mismo tiempo manifestamos. Lo que se conoce como “el inconsciente te traiciona”. Freud pensaba que algunos sentimientos eran incómodos a nuestra conciencia, por lo cual reprimimos las ideas ligadas a ese afecto, pero otra parte de nosotros mismos bastante terca quiere hacernos quedar mal y se manifiesta aunque no lo queramos del todo, teniendo como producto un bonito (o bochornoso, dependiendo la situación) lapsus. 

Con lo anterior también podemos hablar del gran valor que tienen las palabras en nuestra vida psíquica. Los ejemplos a los que quiero apuntar son especialmente a los que hablan de nuestros afectos, es decir, parece más “fácil” decir que hay mucho “hate” en una persona en lugar de odio. ¿Por qué? porque no queremos llenarnos la boca con ese sentimiento. El decirla inmediatamente nos hace querer repelerla, como si el pronunciarla en otro idioma la suavizara, de esta manera no la digo, ni la deseo a alguien más. Solo es “hate”. Decir “esto está bien sad” para no decir triste, es un ejemplo más. Psíquicamente hablando parece que tiene un valor distinto el que se diga en otro idioma, nos aparece como más ajena. Nombrar a alguien o algo como “weird” en lugar de extraño o raro también parece neutralizar cierto sentimiento de superioridad moral. Esto nos lleva al siguiente punto.

Freud también nos hace referencia a que las palabras tienen una especie de “carga” afectiva, es decir, que hay palabras que por su significado cultural y/o subjetivo nos son más difíciles de manejar. Es común oír que las personas suelen decir “me dio cosita” ante un suceso desagradable. Esta expresión regularmente se atribuye a afectos como lástima, asco o vergüenza ajena, pero no se dice como tal. Como si al decir “cosita” hiciéramos responsable al otro de que entienda lo no dicho para que nadie tenga que nombrarlo. Para que el afecto no sea tan molesto, se rodea o desplaza otras palabras. Otro ejemplo que he escuchado es cuando se les dice “bandita” a un grupo de personas que pretende tratarse con respeto y amabilidad, seguido de mensajes duros o de enojo. Un ejemplo: “Ojalá que toda la bandita que anda saliendo como sin nada, no enfermen a sus seres queridos de Covid”. El diminutivo, como en otras ocasiones, parece tener la función de aplacar y disfrazar la molestia del resto del mensaje. En este último ejemplo, la cuestión moral también parece jugarse: “pobre cieguito que no tiene quien le ayude”. Como si el diminutivo al mismo tiempo que nos protege de esa realidad, nos hace más cómodo hablar de una persona invidente.  

En fin, todo esto me hace pensar que, aparte de la globalización y la exportación de palabras, el lenguaje regularmente lo usamos a como nos alcanza. El devolverle el peso a las palabras, el decir las cosas con todas las letras nos acerca más a la honestidad propia.

Un último consejo, en lugar de usar la palabra “spoiler” para referirse a adelantar un suceso de una historia, en español la palabra adecuada es “destripar”.

Psi. Diego García Ovalle / diegogarciaovalle@psipre.com

Diego García

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