A la mayoría nos ha pasado alguna vez: no sabemos qué nos pasa; lo podemos sentir, intuir, nos afecta, pero no alcanzamos a entender qué es eso. Estamos seguros que ahí está porque tiene efecto en nosotros y se nos presenta de mil maneras: desmotivación, ganas de llorar, sentimientos incomprendidos, distracción, rupturas amorosas constantes, desorientación, vacío etc. etc.
A eso que no alcanzamos entender o comprender de nosotros mismos pero que sabemos que nos habita de cierta manera, Freud lo llamó lo inconsciente. Y entonces ¿cómo hago? ¿cómo llego a eso inconsciente?. Una posibilidad es el método utilizado dentro del psicoanálisis conocido como la asociación libre donde el sujeto dice lo que le pasa por la mente. Las cosas que nos aparezcan en la mente nos servirán como caminos que seguir, caminos que nos pueden guiar a eso que constantemente nos pasa, pero que no sabemos qué es.
A manera de metáfora, podemos imaginar que nuestro mundo interno, es un terreno que conocemos mayormente; puede ser que haya partes de ese terreno que nos agraden y otros que no tanto; tal vez a algunas les pongamos más atención que a otras, pero sigue siendo algo que no podemos desaparecer del todo. Pero este gran terreno que representa nuestro mundo interno, está dividido por un río ancho el cuál no podemos atravesar fácilmente. Del otro lado del río hay una cueva oscura de la cual intuimos que emana eso que no sabemos qué es pero que nos causa malestar. Antes había un puente que conectaba nuestro lado del terreno con esa cueva, pero ahora no lo está. Entonces la única manera de ir a investigar esa cueva es por rodeos, abrir nuevos senderos indirectos, buscar otros caminos que nos lleven a ella. En la búsqueda de la cueva encontraremos otras regiones de nuestro terreno que no conocíamos simplemente porque nunca nos habíamos aventurado a explorar. Como nuestro camino no es directo, a veces el recorrido puede ser largo, pero todo depende del paso del caminante. Y como en toda exploración, nos encontraremos con obstáculos, cosas inimaginables, retrocesos, alegrías, sorpresas y deseos de parar por miedo de saber qué podremos encontrar en esa cueva.
Entonces con paciencia y esfuerzo llegaremos a ese lugar y podremos iluminar un poco ese espacio hueco. Aun así, quedarán muchas partes oscuras, probablemente nos demos cuenta de la profundidad de la cueva, pero seremos libres de conocer lo que ahí habita y hacer algo por él.
Habrá quien pinte algo en esa zona iluminada, otros escribirán sus historias recorridas en las paredes, otros tal vez construyan algo diferente o quizá solo se queden para contemplar un rato sus hallazgos.
Y cuando lleguemos a ese punto, nos daremos cuenta que ya no somos los mismos, que nuestro mundo interior es más grande de lo que imaginamos y que el recorrido hecho nos transformó no solamente por lo que encontramos al final, sino por todo el camino andado.
Lic. Diego García Ovalle
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