“No sé cómo hablar con mis padres”
Comunicación entre hijos y sus padres
Recuerdo a una paciente de 16 años hace ya algunos años a quien atendía en una situación de crisis, que en el momento de preguntarle ¿alguna vez le has dicho esto a tus padres?, refiriéndome a cómo ella estaba viviendo una situación particular, me respondió: “No se cómo hablar con mis padres”.
En ese momento me quedé un poco fría, no era el momento, por como ella se encontraba en ese instante, para cuestionar el cómo es que no sabía como hablar con sus padres. También, me vino a la mente alguna entrevista previa que había tenido con los padres en donde no veían cómo es que ellos y el contexto familiar tuvieran que ver en la situación de desequilibrio emocional que estaba viviendo su hija. Un tiempo después de aquella ocasión tuvimos oportunidad de empezar a ahondar y trabajar en lo que simbolizaba aquella frase tanto con la paciente como con sus padres en entrevistas posteriores.
El pequeño extracto del recuerdo de aquella vivencia en la terapia de una adolescente me hace seguirme cuestionando sobre cómo es que una chica para sus 16 años no supiera cómo hablar con sus padres.
Más allá que no saber cómo hablar con sus padres, lo que me parece fundamental es trabajar sobre la escucha que se va generando en la relación conformada entre padre(s) e hijos(as), y la posterior comunicación que se genera ante esa escucha.
Al recordar a aquella paciente y a sus padres, me viene a la mente el haber pensado que la comunicación entre hijos y padres es algo que se va desarrollando, se va aprendiendo y practicando a lo largo de la vida de los propios hijos y según las experiencias previas de los padres.
Por un lado, esta situación suena a un difícil proceso en donde la comunicación “está perdida”, sin embargo, en psicoterapia psicoanalítica apostamos a que este vínculo tan esencial entre padres e hijos pueda reestructurarse.
Si te sucede que como hijo o como padre te has llegado a enfrentar con este tipo de situaciones, la sugerencia es que puedas empezar a observar tu manera de escuchar y por lo tanto de comunicarte con tus padres y/o con tus hijos.
Una manera de comenzar es cuestionándote las siguientes preguntas:
- ¿Cómo me siento cuando estoy en el mismo espacio con mis padres? / ¿Cómo me siento cuando comparto mi tiempo y espacio con mis hijos?
- ¿Qué tanto me doy oportunidad de contarle algo sobre mi vida a mis hijos? / ¿Qué tantas ganas tengo de compartir con mis padres lo que me está pasando o mi manera de vivir o sentir lo que me sucede?
- ¿Cómo he ido formando un vinculo de confianza con mis hijos? / ¿Siento confianza en mis padres como para contarles algo que no es fácil, que me da pena o vergüenza?
- ¿Disfruto de jugar, bromear, ser creativo con mis hijos? / ¿Me doy oportunidad de hacer cosas nuevas con mis padres?
Con estas preguntas sencillas, pero probablemente difíciles de abordar, es que como padres e hijos nos es útil empezar a observar cómo es que nos sentimos, escuchamos y comunicamos. Y si te das cuenta de que tú escucha y comunicación son muy débiles o están en la cuerda floja, la búsqueda de ayuda psicológica es una muy buena vía de intervención para empezar a abordar las problemáticas que se puedan estar desencadenando a partir de esta situación.
Lic. Nancy Rodríguez García.
Psicóloga Clínica.
Coordinadora del Departamento de Adultos.
nancyrodriguez@psicologosmonterrey.com.mx
Encuentra más información el apoyo psicológico que puedes encontrar en Psipre S.C.
Resumen:
Los problemas emocionales que se pueden generar ante las dificultades que existen entre la escucha y por lo tanto la comunicación que se exterioriza entre padres e hijos, son muy frecuentes en la práctica clínica de psicoterapia. En este texto, a partir de un recuerdo de una paciente en psicoterapia, se abordan una serie de preguntas que pueden ayudar a los padres y a sus hijos a cuestionarse el cómo se encuentran en la relación que mantienen.
![Pinocho de Guillermo del Toro: Des-obediencia e Im-perfección Foto de Netflix - © 2022 Netflix, Inc. Imagen recuperada del portal de IMDB. La desobediencia, obediencia, perfección e imperfección giran alrededor de esta historia contada por Guillermo del Toro, una versión del clásico cuento infantil de la marioneta con vida creada por Geppetto, un zapatero que vive en un pueblo italiano en medio de la guerra fascista. Esta marioneta llamada Pinocho cobra vida con las palabras de un guardián mágico, que aparece como El Genio de Aladdin para concederle un deseo a Geppeto; la compañía y el amor de un hijo. Geppeto ha perdido a su nieto, Carlo, en un trágico accidente en medio de un bombardeo. En el fondo quiere que Pinocho sea como Carlo, un niño cariñoso, curioso y obediente, perfecto; así como él era un padre igual de perfecto en el pasado, que cantaba por las noches, jugaba y era querido por su comunidad. Esto cambia cuando Carlo muere, Geppeto deja de trabajar, comienza a beber y alejarse de los otros, ahora pasa a ser otro borracho del pueblo, abatido por el dolor de la pérdida, señalado como un loco perverso (exageradamente) por haber creado a Pinocho. Pinocho es un ser curioso que vorazmente quiere entender el mundo, se tropieza y camina alegre, cantando, jugando y divirtiéndose. De su nariz crecen ramas que se hacen más grandes cada vez que dice una mentira, los demás le ordenan que obedezca aunque apenas está aprendiendo qué es obedecer y qué es una mentira. ¿Por qué desear que Pinocho nazca obedeciendo? Para que así sea perfecto, porque los niños obedecen a los adultos, y éstos a su vez obedecen con mayor naturalidad, a lo que yo agregaría: porque están más inmersos en la cultura, lo que los detiene de hacer cosas que no están bien vistas por los demás. En mi consulta, y seguramente en la de muchos colegas que reciben pacientes infantiles, he escuchado a padres que no logran que sus hijos los obedezcan, hacen más caso a otras personas que los rodean, o solo a uno de ellos. Ante el desplegamiento de estos escenarios pregunto por qué piensan que esto es así, a lo que responden que quizás sea porque no pasan mucho tiempo con ellos por su trabajo, que el otro los consiente en todo y respetan más al que cumple todos sus deseos; todas estas respuestas responden fácilmente a esta pregunta, aunque hay algo más, aquello que corresponde al deseo de ser padres y la autoridad que éstos se dan a sí mismos para ejercer las funciones de la paternidad. Algunos con timidez confiesan que temen frustrarlos para evitar ser juzgados por otros padres, que les cuesta poner límites porque quieren ver a sus hijos cien por cierto felices. Sin embargo no hay que perder de vista que como cuidadores su responsabilidad es tomar decisiones por ellos, recordando que no se van a traumatizar porque no consiguen lo que quieren, ellos necesitan aprender a tolerar la frustración porque afuera no habrá alguien que los complazca completamente. Joseph Knobel Freud en su Libro: Los retos de ser padres, nos recuerda que los límites evitan que los niños terminen perdidos en el país del nunca jamás, como Peter Pan, sin nadie que los mire y sostenga. Por otro lado, un peculiar escritor intelectual busca escribir en papel sus memorias de vida, y termina narrando la vida de Pinocho. Somos testigos de sus tropiezos, sus intentos fallidos de que otros lo escuchen, de ser como un guía espiritual para los demás, con la intención de que tomen buenas decisiones; está ahí para recalcar la desobediencia, pero no solo eso. Este famoso personaje del que hablo es, como seguro ya adivinaron, el sabio Sebastian Cricket, o conocido por muchos como Pepe Grillo. En un video para Netflix destaca un aspecto muy valioso de la madera con la que es diseñada Pinocho. Es una madera que no es perfecta, y la vida tampoco lo es; uno puede meter un poco la pata, o varias patas, pero damos lo mejor de nosotros mismos y eso es lo mejor que podemos hacer. Esta marioneta con vidas de gato, Pinocho, se pregunta cosas muy interesantes, entre ellas: ¿por qué la guerra? La guerra es dolor, separación, rutina, muerte. Las escenas de los niños ejercitándose para la guerra, o más bien esclavisándose, en la época fascista, rodeados de bombas que acabaran con sus vidas; fueron impresionantes para mí, y me hacen pensar en las palabras dichas por Guillermo del Toro en una entrevista: “La animación puede contar cualquier historia, lo raro, lo siniestro, lo terrible”. En momentos la furia y el enojo se muestran como algo casi malévolo, Geppeto en una escena corta la madera enfurecido y Volpe, el vicioso malvado que maltrata a Pinocho y Spazzatura, quiere quemarlo vivo. Recordando que esta historia sucede en la época fascista, se nos muestra una competencia entre dos equipos rivales con Pinocho y Candlewick (hijo del Podestà, que cuida el bienestar moral del pueblo) como líderes, quienes se esfuerzan por ser amados por sus padres. El “juego” termina con un abrazo tierno entre dos amigos que declaran un empate, no quieren hacerse daño, a la que podríamos darle la lectura de la renuncia de Candlewick a los deseos de su padre (quien piensa que es un cobarde) desde la desobediencia, negándose a matar a Pinocho, diciendo: ”Toda mi vida traté de complacerte, pero nunca lo haré. Tenías razón, soy delgado, débil, frágil como la mecha de una vela [wick of a candle, como su nombre], siempre con miedo. Pero con todo el miedo que tengo, ahora voy a decirte que no. No me da miedo decirte que no”. El mensaje está ahí: No hay uno mejor que el otro, para los dos hay lugar, ambos pueden ganar. Los sentimientos entre los hombres ejercen un efecto contrario a la guerra; la amistad y la unión son el enemigo de la destrucción total, en palabras del padre del Psicoanálisis (Sigmund Freud). Al final de la película Pinocho salva a Geppetto, el grillo y Spazzatura de morir ahogados, perdiendo un brazo y su propia vida, aunque el noble grillo (como lo llama la guardiana) pide como deseo que vuelva. Geppetto confiesa mientras sostiene en brazos a Pinocho que trataba de convertirlo en alguien que no es, le pide que no sea Carlo, que sea justo como es él, que así lo ama; a lo que él responde: “Entonces seré Pinocho”. No tenemos que cambiar para ser amados, algunos nos amarán y aceptarán tal como somos, imperfectos. La gran salvación que tenemos es abrazar nuestras imperfecciones, esa es la tierna lectura que le da Guillermo del Toro. La rigidez y la perfección llevan a un solo destino: la destrucción, el fascismo. Las salvaciones van más allá del sacrificio amoroso. Pinocho salva al Grillo (de sus vanidades), a Geppeto (de su duelo) y Spazzatura (de su amo), pero no haciéndolo él, si no permitiendo con su ejemplo que ellos mismos se liberen. Esto es un verdadero héroe en una historia, en palabras de Héctor Mendoza Cuevas, cinéfilo mexicano. Por último, responderé a la tan repetitiva pregunta de si esta es o no es una película para niños con palabras del propio Guillermo: "No es una película para niños, pero los niños la pueden ver siempre y cuando tengan padres que hablen con ellos". Referencias bibliográficas: Freud, Sigmund, Obras Completas, Ed. Amorrortu, Argentina, 1991, 24 T. ¿Por qué la Guerra?, (1933 [1932]), T. XXII. Psipre. (14 de diciembre de 2022). Pinocho: Padres e hijos imperfectos. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=3EOUTh6KKX8&t=2874s Sopitas. (8 de diciembre de 2022). Entrevista con Guillermo del Toro l Su versión sobre Pinocchio, una de las mejores películas del año. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=tK34eayf04w Fuera de foco. (8 de diciembre de 2022). GUILLERMO DEL TORO: ¿Qué se puede hacer por la ANIMACIÓN en MÉXICO I ENTREVISTA /. [Video]. Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=I_2Ff57Ikc4 Knobel Freud, J. (2019). El reto de ser padres. Paidós.](https://psicologosmonterrey.com.mx/wp-content/uploads/2024/10/IMG-20241009-WA0011.jpg)






