- Porque normalmente los propósitos que nos ponemos son partes de nosotros mismos que no nos gustan, y de esa manera sólo estamos queriendo lograr algo a través del auto-rechazo. Mal inicio.
- Porque queremos iniciar la primera semana de enero, después de un mes de excesos: gastos, comida, ocio, etc. Nadie puede correr una maratón después de un mes de no haber entrenado en lo absoluto.
- Porque no sabemos qué exactamente quiero lograr con esos propósitos o en realidad para quién son.
- Porque lo hacemos como parte de una tradición, por lo que tal vez implique que no he reflexionado acerca de si es MI momento para hacerlo.
- Porque queremos hacer “borrón y cuenta nueva” sin darnos cuenta que el año anterior, algo tuvo que haber dejado, al menos aprendizaje. Empezar cada año de cero se vuelve muy pesado.
- Porque nos planteamos metas muy vagas y poco definidas: “hacer ejercicio”, “bajar de peso”, “mejorar la comunicación con mi pareja”, “viajar”, “mejorar en mi trabajo”. Todo eso requiere ser mucho más detallado para que se materialice en realmente algo.
- Y por razones personales que a veces pueden ser un misterio, pero que puede ser muy interesante tratar de descubrir.
Lic. Florencia Bevilacqua / lic_florencia@psicologosmonterrey.com.mx