Desde que somos niños nos han educado para hacer las cosas de la forma correcta, la respuesta correcta en la escuela, La Forma en la cual se acomodan las cosas, la manera adecuada de sentarnos a la mesa. Todo esto nos ayuda a vivir en una cultura y una sociedad que se rige bajo ciertas normas dichas y no dichas de cómo debemos y no ser.
Sin embargo esto puede llevarnos a adquirir el hábito de evaluar en correcto e incorrecto todo lo que hacemos, decimos, sentimos y pensamos. Cuando hay más de una forma de hacer, de sentir y pensar..
La evaluación constante puede mermar:
Nuestra relación con nosotros mismos.
Cuando somos demasiado críticos con nosotros mismos nuestra autoestima puede sufrir y podemos llegar incluso a ser crueles con nosotros mismos. Además que es una trampa ya que lo que es correcto, adecuado o acertado para no necesariamente lo es para alguien más
Nuestra relación de pareja.
Muchas discusiones de pareja se centran en quien tiene la razón, en una relación de dos es difícil llegar a este consenso pues cada quién defenderá su punto. Un punto de partida es dejar la obsesión por la razón a un lado y lograr estar de acuerdo en que podemos estar en desacuerdo sin que esto signifique que no podemos compartir nuestras diferencias.
Nuestra relación con nuestros hijos.
A nosotros como padres. Es importante poner atención a como somos como padres y voltear a ver como somos frente a nuestros hijos. Pero hacerlo todo el tiempo y en todo momento puede causar estragos en nuestra intuición y toma de decisiones en cuanto a la paternidad y terminar causando más problemas que soluciones en nuestro quehacer como padres.
A nuestros hijos. Una de nuestras tareas importantes como padres es enseñarle a nuestros hijos “la forma” de hacer las cosas. Sin embargo, es tarea más importante el transmitirles lo importante que son y lo mucho que los amamos de manera INCONDICIONAL a pesar de sus aciertos y o fallas.
Lic. Cristina Kennington Westmark
Directora y Psicoterapeuta de Psipre S.C: