El amor no tiene garantías

El amor hacia otra persona es siempre una apuesta, un riesgo constante que conlleva muchas satisfacciones cuando es recíproco. Es una constante apuesta porque, por más que queramos, nunca podremos asegurarnos de lo que sienten los demás y, por lo tanto, se pueden desplegar muchas posibilidades y preguntas: ¿me ama también?, ¿cuánto me ama?, ¿pensará en alguien más?, ¿por qué me ama? Empezamos, de alguna u otra manera, a querer asegurarnos del amor que nos tienen; tenemos miedo a perderlo y lo demandamos, lo exigimos, lo chantajeamos, lo tratamos de olvidar, lo firmamos en un papel, lo ponemos a prueba. Se nos empieza a trepar la necesidad de saber si el amor estará ahí para siempre; es claro que cuando amamos a una persona, esperamos que ese otro, nos corresponda. El decir “te amo”, nos pone en una vulnerabilidad enorme hasta el momento en el que el otro nos responde de la misma manera diciéndonos que nos ama también, es una ofrenda y una demanda al mismo tiempo.

Pero el amor, en sí, no tiene garantías. Es, por esencia, temporal y escurridizo. Incluso, cuando más pretendemos encapsularlo, es más fácil que pueda morir. El tratar de petrificarlo y hacerlo eterno, es extinguirlo. Y no sólo se muere por el probable agobio del otro, sino por la contradicción en la que caemos al darnos cuenta que ni uno mismo puede amar todo el tiempo. El amor nunca va solo, lo acompaña el odio, la envidia, la soledad, el egoísmo, etc. El darles entrada a otros sentimientos, nos impide amar todo el tiempo.

Entonces ¿qué hacemos con el amor?, ¿no existe el amor para siempre?, ¿no se puede amar a una persona toda la vida? Lo que resta hacer (y lo más difícil) es vivir con una dosis de incertidumbre, suficiente para que nos deje vivir la experiencia vivificante del amor. Si hay mucha incertidumbre, el amor se exige y termina por apagarse; si hay poca incertidumbre, probablemente no se sientan enamorados.

La sutil diferencia entre pensar un amor para siempre y un amor para toda la vida, es el hecho que el “siempre” quita la posibilidad de que el amor se haga dinámico, de que crezca, de que se transforme. En cambio, el amor “para toda la vida” es un riesgo que dos personas deciden tomar conscientes de que “toda la vida” puede durar mucho o poco, pero que se vive mientras dura.

Octavio Paz nos dice respecto a esto que “el amor está compuesto de contrarios pero que no pueden separarse y que viven sin cesar en lucha y reunión con ellos mismos y con los otros…”, es decir, que el amor necesita una implicación de ambos, un trabajo continuo a sabiendas que el amor no tiene garantías.

Lic. Diego García Ovalle

lic_diego@psicologosmonterrey.com.mx

Fb: Psicólogo Diego García Ovalle

 

Diego García

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