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Abrigo paterno, Anna Freud.

Abrigo paterno. Anna Freud. 

A pesar de que las psicoanalistas desde principios del siglo XX han tenido presencia en el campo psicoanalítico y han hecho aportaciones importantes para esta disciplina, al parecer, a la voz femenina le ha costado tiempo tomar fuerza. Hasta hace apenas algunas décadas en las instituciones públicas de psicología, no nos enseñaban de ellas o eran mencionadas de forma irrelevante. Por otro lado, en cuanto al estudio del psicoanálisis con perspectiva de género en la actualidad, tampoco es basto.

Circulo de Lectura “Psicoanálisis en femenino”.

Fue así, como se convoca y coincidimos en el círculo de lectura “Psicoanálisis en femenino”, un grupo de personas, en donde revisamos el libro de Silvia Vegetti Finzi (“Psicoanálisis en femenino” 1992) texto fundamental de nuestras reuniones, en el cual diversas psicoanalistas compilaron la vida e historia de otras mujeres en relación con el psicoanálisis. Aprendimos escuchando a otras, compartiendo experiencias y apropiándonos del ser mujer, de lo que nos causa ser habladas o signadas por otros (cultura, sociedad, familia), nos ayudó a repensar los cuestionamientos de diferentes psicoanalistas en otras épocas para deconstruir o movilizarnos de estos signos heredados, para explorarnos junto con la trascendencia histórica desde un espacio contenedor, cálido y creativo, respetuoso de las elaboraciones, pensamientos y procesos singulares de las feminidades y los feminismos.

Anna Freud

Una de estas teóricas es Anna Freud y a continuación se presenta una de las producciones que se elaboraron a partir de dicha experiencia.

Al unirme  al grupo de Psicoanálisis en Femenino, no sabía que iba despertar a una mujer, o al menos, que significaría el comienzo de una conciencia distinta ante la feminidad y al feminismo. Claramente hubo una atracción por el encuentro, una atracción principalmente por el psicoanálisis, todavía sin entender muy bien en dónde se uniría con lo femenino. La fantasía estaba puesta a la escucha de opiniones y un posible diálogo con respecto a los movimientos y manifestaciones recientes en nuestra comunidad, en un sentido que ya podía parecerme inquietante. Como mujer interesada en los senderos del inconsciente, pensar esto desde una mirada psicoanalítica, resultaba un camino llamativo y novedoso.

Anna Freud nació en Viena en el año 1895, y fue la última hija del matrimonio formado entre Sigmund Freud y Martha Bernays. Anna Freud que trabajaba  como institutriz termina su labor y decide dedicarse al psicoanálisis. En concreto, se dedicó al psicoanálisis con niños y niñas.

“Mí Antígona”

Escribo sobre Anna Freud esperando transmitir y generar cuestionamiento sobre el abrigo paterno, usándolo como metáfora del cuidado y la sobreprotección del padre pensado como hombre y la hija representando a la mujer. Anna, quien vive y muere entregando su vida y deseos por permanecer siempre a lado de Freud, y quien literalmente pide que al morir le concedan ser enterrada con su gabán puesto.

“Mí Antígona” es llamada Anna por Sigmund, según Simona Argentieri, quien escribe: “Anna Freud, la hija” en el libro “Psicoanálisis en femenino”. Sigmund decide llamarla así haciendo referencia a la mitología griega: Antígona es hija de Edipo y Yocasta. Ante la reveladora noticia para Edipo de ser esposo de su madre y haber asesinado a su padre, huye del reino, llevándose con él solamente a su hija, la mujer/la niña destinada a permanecer con el padre hasta los últimos momentos de su vida, resignada a cuidar de su creador. Anna una real Antígona con el pasar de los años.

En mí cultura, desde muy pequeña escuché la frase “las niñas son de papá”, haciendo referencia a un apego y vinculación distinta que se da entre padre e hija al lazo de padre e hijo. “Las niñas son de papá”, en mi experiencia ha aludido a padres/hombres machistas que sienten que pueden y deben decidir, mandar sobre la vida de sus hijas/mujeres o la feminidad de ellas, hombres que consideran que la mujer/la hija son de su propiedad y por tanto ejercen sobre ellas un poder absoluto.

Estos padres como emergentes de una cultura, reproduciendo el sometimiento del devenir mujer. El abrigo paterno es decir, la sobreprotección del padre, visibiliza una forma de someter y destinar la vida de muchas mujeres/hijas que sacrifican sus sueños por mantenerse cerca del padre/hombre. En mi opinión, es importante comenzar a vernos como cómplices de este sometimiento, como es el caso de Anna. Tampoco pretendo acusar o responsabilizar tajantemente a las hijas/mujeres, pero me gustaría alumbrar el camino de nuestras elecciones, permitiendo tomar una corresponsabilidad y permitir un autocuestionamiento.

¿De ésta manera, consciente o inconscientemente, complacemos al padre? Honramos, nos rebelamos o digerimos el abrigo paterno. Quizás haya muchas más preguntas y respuestas que desconozco ante la subjetividad de cada una de nosotras, pero remirar nuestro albedrío y nuestras ganancias secundarias de ello, puede destapar una posibilidad distinta de vivir para muchas mujeres. ¿Qué se gana cuando se pierde? ¿La ganancia es suficiente para perder?

Su lugar como hija.

Inmersos en la historia del psicoanálisis, es importante ubicar a Anna y reconocer su lugar de hija, reconocer el peso que generó su decisión por continuar a lado de un padre con un legado tan importante como la Teoría freudiana, pero eso no debió bastar para definir quién era ella, sometiéndose a una eterna simbiosis bajo el abrigo del cuidado paterno/hombre que jamás le permitiría devenir mujer.

Aclaro que su devenir mujer no pretende construirse de su decisión por mantenerse libre de un compromiso amoroso con un hombre, sino a la posibilidad de que el acuerdo inconsciente ante el egoísmo de Freud de compartirla con otros hombres, haya sido la exclusividad, aceptando Anna un destino sin cuestionarse si pudo haber sido distinto. 

De la relación entre Anna y Sigmund no hay nada por hacer, pero a partir de eso hay mucho por pensar y deconstruir de una relación padre/hombre e hija/mujer para las actuales y futuras generaciones. Pensar la presencia o ausencia y calidad del abrigo paterno en nuestro desarrollo. Pensarnos hijas, profesionistas, madres, hermanas, amigas, etcétera, y sobre todo pensarnos mujeres emancipadas y con voz propia.

Esta participación pudo significar la posibilidad de concretar nuestras construcciones en un saber hacer siendo mujeres en relación con el psicoanálisis. No podemos negar que, aunque aún quedan y nacen muchas interrogantes, la voz femenina ha tenido un despertar sobresaliente, por lo que convoco a la lucha y los intentos por derrocar las ideas dictatoriales con ayuda del conocimiento.

Yeneiri Alonso Reyes
yeneirialonso@psicologosmonterrey.com.mx
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